Soledad y silencio.
El silencio es fecundo; un río sin afluentes que te lleva al océano al que perteneces, ese hogar del que partimos y al que llegaremos. El silencio es posible cuando todo se simplifica y, para ello, la mente debe estar aquietada, despierta y atenta en tu interior. Es por eso que la soledad del desierto te ayuda. Al principio, en los días de aclimatación y en la primera etapa todo es igual que en las ciudades de dónde los participantes del MDS viven. Cuarenta y cinco nacionalidades convierten al vivac en una torre de Babel horizontal. Después llega el silencio, cada kilómetro de desierto, cada duna, cada Erg, cada montaña te va limando, silencio, no oyes hablar a los que antes parloteaban, no te oyes a ti con tu radio mental encendida. La experiencia de la soledad en un medio hostil, bello, inmenso hacen que los vellos de tu piel se ericen aún con 48 grados de temperatura. El silencio te envuelve de tal manera que la mente se rebela, ves y te ves hablando sólo como un nómada ...